2 de abril de 2008



Desde hacía mucho tiempo lo estaba pensando, dándole vueltas a la cabeza, tratando de encontrar la mejor manera de hacerlo.

En realidad no quería hacerle daño; llevaban juntos siete años y la quería; no como debiera, no como él pensaba que debía quererla, pero la quería.
Le tenía cariño, aprecio; era buena persona, una buena mujer.

Al principio todo era fantástico y rápido; podían pasar juntos todo el día, todos los días, y cada segundo separados se convertía en mucho tiempo. Le encantaba su forma de reírse, el sonido de su risa, su forma de alzar una ceja entre extrañada y divertida cuando una respuesta suya sonaba con un tono falsamente enfadado (en verdad era extraño y falso). Le parecía que su ojos tenían un brillo especial, único, y que también reían, aunque estos sin sonido. Le volvía loco su olor, un olor suave, pero a la vez intenso. Podía pasarse horas abrazado a ella besándola por todo el cuerpo, oliéndola.

Poco a poco todo fue cambiando hasta que un día, ahora no recuerda exactamente cuando, ni cuando se dio cuenta, ni se había sido un día, o dos,..... hasta que de repente su vida se convirtió en anodina, monótona y empezó a sentir una especie de vacío en su pecho y en su vida; notaba que algo faltaba y estar con ella ya no lo tranquilizaba como antes, ya no desvanecía aquella sensación. Más al contrario, cuando estaba a su lado el vacío era más grande y presente.

Había tratado de decírselo muchas veces, aprovechando una cena a solas, como respuesta a preguntas de futuro, en el transcurso de una discusión. Pero nunca había tenido la valentía para afrontar ese momento; su cobardía le impedía dejarla. Empezó a pensar que lo mejor sería forzar que ella le dejara a él, tratar de minar su amor lo más suavemente posible hasta que se acabara, pero no le convencía la idea de prolongar tanto la agonía, el sufrimiento, el vacío, y dejarle, además, sentimiento de culpa. Pensó entonces que lo mejor era que le odiase, que pensara que era despreciable; sí, sí, tal vez así el dolor sería como arrancarte un esparadrapo de la canilla, no te mata, duele un poco, pero es rápido, enseguida se pasa y se olvida. Sí, esa era la solución. Debía desengañarla de una sola vez. Pero cómo?. Pensó en propiciar que le viera en algún lugar besando a otra mujer o abrazado a ella, pero aún estaban casados y no podía evitar un profundo sentimiento de culpa (culpa cristiana culpa y reminiscencia de su educación férreamente religiosa). Por otra parte, la conocía bien y eso así, sin más, la haría dejarlo, pero la hundiría durante mucho tiempo, uniría al dolor por la ruptura, seguramente tras el, el dolor por el fracaso y la autotortura de la baja autoestima.

Entonces se le ocurrió, sí, sí, era perfecto. Alguna vez en la oficina había hecho algo parecido, cuando su jefe le dejaba sobre la mesa expedientes con notas escritas en las que le detallaba las instrucciones, órdenes y siempre la fecha en que se lo encargaba. Lo había hecho entonces y la perplejidad que producía en el otro le hacía hasta olvidarse el motivo por el había ido a su mesa para reprocharle algo, normalmente la tardanza en cumplir sus ordenes. Sí, ya lo tenía, era complejo, enrevesado, pero lo tenía. Mañana mismo lo haría.

Al día siguiente, como siempre, ella se levantó antes que él, se metió en la ducha, preparó café, se lo tomó ante la tele viendo el telediario de la primera, se vistió, procurando no hacer ruido para dejarlo dormir un poco más, aprovechando que su trabajo quedaba cerca de casa, se acercó a la cama para darle, como cada mañana, un beso en la frente, cogió su bolso y salió para el trabajo. Apenas se cerro la puerta se levantó, se vistió y bajó al kiosco de la esquina a por el periódico; buscó en la dirección de contactos -....daniela, morena ardiente ,grandes pechos.....760 222 222- Llamó a Daniela.

Volvió corriendo a casa y cogió de su escritorio papel y una pluma que le había regalado por su graduación. Imitando su letra escribió: “Algo ocurre en casa, siguieres seguir ignorándolo todo no vayas a la hora de comer. Pero si no quieres vivir engañada, será mejor que empieces a quitarte la venda de los ojos y darte cuenta de lo que tienes delante”. Metió la carta en un sobre y fue a toda prisa hacía el edificio de oficinas donde ella trabajaba. Esperó en la esquina de la calle hasta que vio aparecer al repartidor de correos, arrastrando por el carrito donde llevaba la correspondencia. Se acercó corriendo a el -por favor, que más le da, si tiene que hacer entregas en ese piso....-

Regresó a casa, esta vez en autobús, tratando de aclarar y ordenar en su cabeza todos los detalles. Justo a la hora indicada apareció Daniela. Le costó un poco, pero consiguió que, aunque no lo entendiera hiciera lo que el decía, al fin y al cabo, le iba a pagar igual. En lo que esperaban a que fuera la hora de la comida, se preparó un buen güisqui -quieres uno, Daniela; no, gracias, no bebo cuando estoy de servicio-

Se metieron en la cama que previamente él había desordenado para que la escena fuera más real, más creíble, le pasó el brazo por encima y se hicieron los dormidos -..ni te muevas, Daniela-. La puerta de la calle se abrió suavemente, sin ruido; La oyó acercarse despacio y detenerse un rato, la sentía, ante la puerta del dormitorio. Entonces, despacio, el pomo giro y sintió abrirse la puerta. Respiró hondo y procuró no moverse, a pesar de que por dentro notaba una gran agitación y calor por todo su cuerpo. Estuvo allí parada un momento, aunque le pareció una eternidad, y después la puerta se cerró. No dijo nada, no lloró, nada. Oyó la puerta de la calle cerrarse.

Cuando salió a la calle, muy poco tiempo después, la vio dentro de una cafetería, en la otra acera. Estaba sentada ante una mesa cercana a la ventana, con una copa casi vacía delante. En la mano tenía la carta que él le había enviado y por su gesto supo enseguida que a lo mejor le odiaría, casi con toda seguridad lo dejaría, pero con total seguridad, en ese momento, ya no estaba pensando, ya no se estaba acordando de él.


Dedicado a Castigadora. Espero que no te moleste lo que he tomado prestado;

1 de abril de 2008

Si está Bien




Si todo va tan bien,

si todo va tan bien

¿por qué este dolor que siento?,

si todo va tan bien, si todo es tan sencillo,

¿por qué este vacío que siento?



Si esta bien, si esta bien,

si es tan fácil

¿por qué duele así por dentro?,

si esta bien, si esta bien,

si es tan fácil,

¿por qué duele así, porque duele así, porque duele así por dentro?



Si todo va tan bien,

si todo va tan bien

¿por qué este dolor que siento?,

si todo va tan bien,

si todo es tan sencillo,

¿por qué este vacío que siento?




Si esta bien, si esta bien,

si es tan fácil

¿por qué duele así por dentro?

si esta bien, si esta bien,

si es tan fácil,

¿por qué duele así, porque duele así, porque duele así por dentro?


De Los Planetas, de su disco SUPER8

31 de marzo de 2008

A Perro Flaco


Salió de casa con todo el peso del mundo sobre sus hombros. Había no dormido fatal, toda la noche dándole vueltas a la cabeza, y le dolían todos los huesos del cuerpo. Encima, se acabó el gas justo cuando estaba totalmente enjabonado y el agua fría le había regalado una colección de estornudos que lo acompañarían, seguro, una temporadita – siete días sin nada y otros siete con medicamentos, o algo así-.

Mientras preparaba el desayuno habían llamado a la puerta; era el casero – que tal sr., don, estimado… capullo- recordándole que le debía dos meses, que sí, que sí, que no me cuentes tu vida, y que quiero el dinero aquí esta tarde o te pongo en la puta calle.
Las tostadas chamuscadas y el café frío no se llevaban muy bien con su estómago, y estaban enzarzados en una pelea que lo hacía caminar con el culo apretado y sintiendo a cada momento una punzada en su barriga.

A mitad de camino hacía la parada del autobús le sonó el móvil en el bolsillo; mierda, el paraguas, el maletín, que no me da tiempo, que cuelga, es ella, seguro, seguro, seguro que cambió de opinión, seguro. Su estómago de repente en centrifugado, el corazón, para no ser menos, se acelera, se agitó, se le iva a escapar por la boca. , diga - ¿por qué lo dice como si no viera su nombre en la pantalla? -, ahh, sí, no te preocupes, el de Silvio, sí, sí, lo busco y te lo llevo; ahh, bueno, vale, se lo dejo a ella, entonces, sí, adiós, adiós. La muy …., será….., tanta prisa tiene por recuperar el puto CD del tal Silvio – ojala, ojala, ojala pase algo que te lo borre de pronto-, no puede dejarme tiempo para asimilarlo…me cago en…..; no se lo pensó mejor y encima no quiere ni verme, la madre que ……

Una ráfaga de viento repentina le cortó la frase, llevándose lejos sus palabras y, con ellas, todo lo que hacía servir para algo a su paraguas comprado en los chinos – mierda, mierda, mierda de paraguas -.
Un coche se acercó en ese momento a toda velocidad por la avenida – que maravilla, quien lo tuviera, ¿de verdad hay gente que puede pagar eso?- y al pasar a su lado, muy cerca de la acera, desplazó con gran fuerza el agua de los charcos que se habían ido formando junto al bordillo; sin tiempo a reaccionar se encontró completamente bañado y con cara de tontopor qué demonios me levanté de la cama-; Recorrió el tramo que le queda hasta la parada tratando de escurrir un poco el agua de su ropa, aunque había partes que no parecía que secándose dejaran de estar manchadas.

Ya solo faltaba que el autobús se retrasase y llegara tarde al trabajo, con lo bien que le caaía a su jefe, la excusa perfecta que estaba esperando para echarlo. Encendió un cigarrillo, una calada y ya está aquí el bus – maldito murphy, bueno, al menos no me despedirán-.

Solo quedaba un asiento libre, atrás, en la esquina, al lado de aquel tipo gordo. Perdone, me permite, bueno, si no queda más remedio, pasaque simpático, el gordito-. El tipo se salía por todos lados de su asiento, dejando muy poco espacio para que se peguara a la ventana, tratando de mantener un poco la respiración y con el culo justo sobre el borde del asiento. Hey, chaval, ahí había un chicle pegado, joder, ........mierda, mierda, mierda de gente, mi pantalón, joderrrrrrrr, no lo podía decir antesssss, bueno, ya no tiene remedio. Apoyó la cabeza en el cristal –que lento va hoy este autobús!!-

Una guapa rubia subió al autobús hablando por su móvil, miro hacía donde el estaba a medio sentar - ya podía bajarse aquí el gordo para que se siente ella- y sonrió, aunque no tenía claro si le sonreía a él. Se quedó por un momento mirándola -que buena que esta…-, como hipnotizado por el movimiento de su pelo, que colocaba a un lado y a otro cambiando el móvil de mano y girando la cabeza, como buscando algo fuera. De repente, la rubia hizo un movimiento más brusco con su cabeza, lanzando su melena hacia atrás y mirándolo directamente, fijos los ojos en él; empezó a caminar hacía donde se encontraba -al lado del simpático gordito - con paso firme, mientras quitaba los botones de su chaqueta, dejando ver un generoso escote; llegó junto al gordo y sin apenas esfuerzo, casi con solo mirarlo, lo apartó a un lado; se acercó un poco más a el y, cogiéndolo de las solapas de su aún húmeda chaqueta…..ehhhh, chaval, despierta, despierta, despierta de una vez, que esta es la última parada.

25 de marzo de 2008

A modo de Presentación


"EPITAFIO PARA LA TUMBA DE UN HÉROE
Se creía dueño del mundo porque latía en sus sentidos. Lo aprisionaba con su carne donde se estrellaban los siglos. Con su antorcha de juventud iluminaba los abismos.
Se creía dueño del mundo: su centro fatal y divino. Lo pregonaba cada nube, cada grano de sol o trigo. Si cerraba los ojos, todo se apagaba, sin un quejido. Nada era si él lo borraba de sus ojos o sus oídos.
Se creía dueño del mundo porque nunca nadie le dijo cómo las cosas hieren, baten a quien las sacó del olvido, cómo aplastan desde lo eterno a los soñadores vencidos.
Se creía dueño del mundo y no era dueño de sí mismo." José Hierro
Espero que sirva como una breve presentación o declaración de mis intenciones con este blog. A lo mejor leyendo lo que pienso me conozco un poco mejor. Seguro que leyendo lo que otros piensan, si tienen a bien escribirlo, la tarea será más fácil y, sobre todo, amena.
Saludos